Futbolistas fashion. Una cuestión temporal

Mucho se ha hablado en los últimos años sobre los peinados modernos de Beckam, de las copias que solía hacerle Guti o, en los últimos meses, de la ridícula cresta de Neymar. Hasta fue noticia en su momento que Don Alfredo Di Stéfano le había aconsejado a MC Drenthe que se cortara el pelo para ser más afín con la imagen centenaria y señorial de un club como el Real Madrid. Pero no todo se reduce a una cuestión capilar, cuando se ven los últimos modelitos de Sergio Ramos o Gerard Piqué, se nos suele da la explicación de que en el nuevo fútbol globalizado los futbolistas han asumido el rol de estrellas del rock. ¿De verdad esto es un fenómeno nuevo? Mucho me temo que no.

Por otro lado es normal que los chavales quieran ser molones como el que más, no hace falta ganar millones de euros como ahora para que un chico de veintitantos tenga como objetivo prioritario echar tantos polvetes como sea posible con supermacizas de impresión. Y aunque seguro que, por defecto, todos los futbolistas profesionales (hasta Dertycia o Reitziger) follan más que el bueno de Andreas Mauer, una imagen a la última debe de ayudar bastante para ser un fucker de los buenos. Eso lo sabe todo el mundo.

Total, que para demostrar que antes los futbolístas eran tan excéntricos como ahora en lo que se refiere a su imagen personal y (ya que estamos) tratar de responder a la ancestral cuestión sobre si la gente de antes tenía cara de antigua o son imaginaciones nuestras, he desempolvado los viejos álbumes de Panini para que todos juntos intentemos sacar una conclusión con la ayuda de tan impactante documento gráfico. Vamos a ello:

Alemania 74. Los setenta fueron los tiempos de las patillacas y las pelanas. Por si no lo sabíais los Chichos tenían primos, y los tres jugaban en la selección de Chile. Aunque claro, a ellos no se les ocurría cantar los “libre, libre quiero ser” mientras el tito Pinochet estaba al mando (chiste político de mal gusto).

Argentina 78. Las patillas seguían pegando fuerte. Sin embargo, Argentina 78 fue sin lugar dudas el año de los futbolistas inmundos. De hecho, el poco agraciado Khemais Labidi fue nombrado hace poco "el futbolista más feo de la historia de los mundiales" por la prestigiosa revista Super Pop.

España 82 fue, entre otras cosas, el mundial de fútbol del bigote. Tras una exhaustiva investicación, CDP ha descubierto que hasta 76 futbolistas llevaron este varonil look en el único mundial jugado en nuestro país. Ahí es nada.

Mexico 86. Quizás, el último mundial en que lo futbolistas tuvieron aspecto de tertulianos de bar.A partir de ahí los astros del balón empezarían su carrera metrosexual. En el fútbol del siglo XXI no habría lugar para gente uniceja como Giuseppe Bergomi, eso está claro.

 

Italia 90.- El mundial de las melenillas chungas tan de moda en la época. Hagase notar que Eduardo niño es el suplente de René Higuita en la portería de Colombia. Vaya par.

 

USA 94. Los noventa fue esa época en que la humanidad pensaba que no se podría ser más hortera que en los 80. Por supuesto, no podían estar más equivocados. No en vano fueron los años en los que los chandal de táctel se pusieron de moda. Atención a las pintacas de Larsson cuando era un tierno infante.

Corea y Japón 2002: Epic Fail

Para acabar, he combinado un interés antropológico enfermizo con el aburrimiento más feroz para echar el rato en Photoshop e intentar dilucidar lo que todos os estáis preguntando, ¿Realmente tenían cara de antiguos o son simplemente las patillas y los bigotes los que les dan a estos deportistas de élite las pintas de El Fari?, es más, ¿Como sería hoy si la moda no hubiera cambiado?. Juzgad vosotros mismos:

A Iniesta, como era de esperar, el tema le queda rarete, aunque una imagen algo más agresiva como la de la foto tampoco le vendría nada mal.

 Evidentemente, al bueno de Dani Güiza este look le viene como anillo al dedo.

En fin, como habréis podido ver otra entrada absurda para CDP (el jueves parece estar haciendose el día de la entrada chorra). Pero bueno, aunque nos volvamos intrascendentes tampoco vamos a llegar a escribir tantas tonterías como el protozoo de Roncero. Al menos por ahora.