La Zorra


Tengo una amiga, y aunque me imagino que todos la conoceréis, la llamaremos aquí por sus iniciales por aquello de guardar las apariencias. PDE es la típica mujerzuela gritona, habladora y chaquetera; que tiende a alternar con pasmosa facilidad una incultura total con la erudición mas sospechosa. Es tremendamente popular en el barrio y mientras unos declaran que está buenísima otros pensamos que es demasiado ordinaria. Aun así, todo el mundo la conoce por un mote que creo que la define muy bien: La Zorra. 

Pues bien, el otro día me hablaba la muchacha de los hombres de su vida. Muchos ha tenido y tan pronto es capaz de acordarse de cada uno de ellos, como se ríe melindrosa mientras finge no haber conocido nunca a alguno de sus viejos amigos. A todos sus amores les consigue trabajo en la fabrica de su padre, un tío poderoso que mantiene la economía del barrio. Pero claro, cuando se harta del maromo en cuestión, no para hasta conseguir que su papi despida al amante de turno. Así de malcriada está la moza.


Tres hombres han pasado por su vida en los últimos cuatro años, me comenta, y aunque yo se de buenas fuentes que su lecho ha tenido más inquilinos en ese periodo, asiento en silencio pues sospecho que son los tres que han marcado su corazoncito y no simples amantes ocasionales de usar y tirar.

El primero, dice, fue Bernardo, el alemán. Un tío con carácter y un bigotazo de impresión, del tipo "soy prusiano, no me toques los huevos". Me cuenta que no se aburría con él pero que el amor no encontró a su lado. Pese a que en ocasiones era un tío divertido, parece ser que tenía unos prontos inexplicables que ella nunca alcanzó a comprender. Además, me cuenta, era bueno en las “intimidades de la vida”, metáfora que suele utilizar cuando se refiere a follar. "Si no fuera por esos prontos…". Pero claro, esta chica de la que os hablo no es alguien a la que se le pueda llevar la contraria con tanta facilidad, y tras un par de peleas espantosas mi amiga acabó rompiendo con él un día que le dijo que no se veía capaz de cumplir en la cama ese fin de semana. Craso error, al día siguiente estaba de patitas en la calle.

El siguiente en la lista fue Manolito el Manso. Un buen tipo este. Nos caía bien a todos y el a
ño escaso que compartió la vida y la cama con ella fue unos de los mas plácidos que recodábamos en  la barriada, sin peleas ni gritos. Pero claro, ya saben como es esta clase de mujeres... pronto se aburrió de la existencia en común con semejante tipo: que no respondía a sus provocaciones, que siempre se comportaba como un caballero y trataba de complacerla continuamente. Acabó explotando.

¿De qué se sorprenden? Dios no creó al gentlemen para que se casara con mujerzuelas de baja estofa. Como ella,  que fue atacándolo cada vez con más y más ferocidad. Le ponía histérica que cada vez que intentaba sacarlo de sus casillas él respondiera pidiendo calma con ese acento sudamericano tan particular. Decía que no era lo suficientemente  bueno para ella sin darse cuenta que la realidad era justo la contraria. 

Al final, lo único que pudo hacer la Zorra para librarse de este tipo fue empezar a coquetear descaradamente con el que sería el sucesor entre sus piernas. Por supuesto eso fue demasiado. Derrotado y celoso, el Manso tuvo que abandonar la casa de la dama una calurosa mañana de Junio, apenas hace un año de aquello y todavía me da pena el desgraciado.

Y llegó el ultimo: Don José, el torero portugués. ¡Que tío! Venia en el momento álgido de su carrera, habiendo conquistado todas las plazas en las que había faenado y, sin ir mas lejos, había conseguido las dos orejas y el rabo en la última de sus corridas. Era el lusitano un tío hecho a si mismo: Seguro, inteligente, un triunfador arrogante… A la Zorra la traía loca porque sabía follarla como a ella le gustaba, dura y largamente. Y ella le correspondía amando a su Pepe, como le llamaba para compararlo a cierto personaje homónimo con el que se había casado una amiga de Cataluña que por lo visto siempre estaba presumiendo de su reciente casamiento. Ella le tenía envidia, pues sabía que nunca conseguiría un marido. Nada raro por otra parte para alguién en cuyo imaginario la lealtad no es sino una broma pesada.

Pero , como no podía ser de otra manera conociéndolos a los dos, al poco empezaron a reñir. Las continuas peleas casi se escuchaban a los mismos decibelios que las escandalosas cópulas que montaban cuando estaban de buenas. Ella igual se enorgullecía de él un día delante de un grupo de amigas, que lo ponía a parir el siguiente y hablaba entre lágrimas de dejarlo, diciendo que le había pegado. Creo que en fondo sabia, la muy infeliz, que sin semejante tipo a su lado se aburriría como una perra en celo..., su sino no era otro que comer o ser comida. Y que esperan ustedes que yo les diga, ella se lo había buscado.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Herr Schmidt,conoces a mi ex??

Podria hacer perfectamente el papel en esta buenisima historia,un saludo desde el norte.JOTA ESE

Anónimo dijo...

Herr Schmidt:¿...resentido?...
Y termina la historia!!!

Anónimo dijo...

buenisimo post....no tengo palabras...plas , plas , plas

Alfonso

Sr. Gordipan dijo...

Gracias a todos.
A Anónimo 2. No puedo acabar la historia pues no tiene final. Se sigue escribiendo e imprimiendo todos los días, la puedes encontrar en cualquier quiosco... la muy puta

Anónimo dijo...

Oh! Que bonita historia! Qué prosa tan fluída, qué metáforas tan logradas... y que zorra la Zorra! Herr Schmidt, me tienes en tus manos, has ganado una ferviente admiradora. Sigue así!!

Anónimo dijo...

Simplemente buenisimo. Espero que el final no llegue este verano y que le siga pegando a la zorra, futbolisticamente hablando, claro.

nacho dijo...

Muy bien contada lahistoria de la zorra, y creo que todos hemos conocido a alguien asi

nacho dijo...

as, marca, sport, mundo deportivo y todos sus secuaces

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