Últimamente se está hablando mucho sobre el "hooliganismo" presente en el fútbol base, sobretodo por parte de padres y madres que se dedican a gritar, amenazar y a veces a pelearse, llegando al nivel de que a chavales de once años se les felicite por una entrada por detrás con las dos piernas, que cada tres partidos un arbitro escriba en el acta que fue agredido, o que algún que otro viejo alcohólico entre en el campo tambaleándose y gritándole a un chaval de infatiles cosas sobre su madre entremezcladas con amenazas de muerte.
La historia que pretendo contar hoy es la primera de una serie de recuerdos personales de mi breve pero intenso paso por el fútbol base, esta es la historia del equipo de cadetes del Polideportivo Almería.
CAPÍTULO PRIMERO. ROMA NO SE CONSTRUYÓ EN UN DÍA
El Polideportivo Almería o "el Poli" no es el Unión Deportiva Almería que lleva unas temporadas en primera. El Poli es un club fundado en los ochenta cuyo mayor éxito fue mantenerse unas temporadas en segunda B y conseguir jugar la liguilla de ascenso. Su sello personal fue estar constituido casi en su totalidad por jugadores de la provincia (si el Athletic puede por qué no nosotros), lo que nos ha llevado a embarazosos resultados contra el gran rival de la ciudad: el Almería Club de Fútbol, dirigido por Blanes, el Florentino Pérez de la ciudad. Tras varios fracasos deportivos, los dos equipos se unieron para formar la Unión Deportiva (esta vez sí, el de primera división), aunque algunos forofos contrarios a esta decisión han vuelto a formar el Poli para volver a recuperar la esencia perdida (aquello de jugadores almerienses y perder siempre).
A finales de los 90 el club estaba pasando por uno de sus mejores momentos y alguna mente privilegiada decidió crear el equipo de cadetes (chavales de entre catorce y dieciséis años) justo cuando yo acababa de cumplir los quince. Evidentemente a nadie del club se le ocurrió que para crear una cantera hacía falta una inversión de dinero, así que cogieron a un entrenador que nunca había entrenado a nadie de más de ocho años de edad y le dieron la responsabilidad del club sin pararse a pensar que este buen hombre tenía un trabajo con turno de tarde-noche por lo que no podía ir ni un sólo día a los entrenamientos. La solución como no, fue poner a otro entrenador con aún menos experiencia y bastante joven. Imaginaos que de un barrio marginal se cogen a los peores de cada clase de la ESO, los juntas a todos y le pones al mando a un tío sin experiencia con jóvenes: Apocalypse Now, eso era mi equipo.
El proyecto comenzó sin dinero pero comenzó, las primeras semanas entrenamos en un descampado repleto de agujeros (posiblemente de ratas) donde en vez del líneas que delimitasen la banda, lo que había era un cañaveral y donde el cincuenta por ciento del campo estaba impracticable por matorral que tuvimos que arrancar a mano (un poco de napalm nos habría venido perfecto). No nos importaba, sólo queríamos jugar bien para ser uno de los veintiún jugadores a los que le iban a hacer la ficha, así que un agosto bajo el sol de las seis de la tarde mientras sonaban los grillos y hacían unos treinta y tantos grados me ataba unas botas viejas con los tacos desgastados y me imaginaba aquella frase de "me encanta el olor del Reflex antes de los partidos: huele como a fútbol".
Ese primer día fue como un resumen de lo que nos esperaba. En primer lugar daba igual lo que dijeses el entrenador decidía si eras lateral, extremo, central o delantero dependiendo de tu apariencia física (ni siquiera nos había visto tocar un balón); en segundo lugar, si hacías una jugada mal te sacaba al momento para meter a otro ya que eramos unos cuarenta y tenía que probar a todos; y en tercer lugar, no había más de dos balones. En Almería donde todo está repleto de invernaderos un tiro por encima de larguero implica tener que subirse por todo el enmallado mientras las botas se van clavando en el plástico dejando una serie de agujeros a cada paso, además, a nadie se le ocurrió que íbamos a necesitar agua, así que como buenos supervivientes saltamos un pequeño muro de una propiedad privada y bebimos de una manguera de riego sin que se enterase nuestro entrenador.
En definitiva, tras unos minutos de descanso vi a varios de los chavales repartiéndose rodajas de melón y sandía, evidentemente robadas de la propiedad que minutos antes habían saltado, aquello acabó con el dueño gritando cosas ininteligibles mientras movía un palo de metro y medio con una mano y con la otra sujetaba la correa de un rottweiller. Total, el entrenador tuvo que pedir perdón y prometerle al buen hombre que no volveríamos a entrenar allí, abandonábamos Vietnam. Por mi parte, conseguí que me hicieran la ficha y con ello entrar en la historia del equipo con menos presupuesto y sentido común de no se cuantos continentes juntos. Nos vemos en el próximo capítulo.
8 comentarios:
Mi hermano lleva jugando desde pequeño al fútbol, pero yo dejé de ir porque me cabrea mucho la actitud de los padres respecto a los chavales.
Casi todos piensan que su hijo es Messi o Cristiano, por lo que se dedican a menospreciar a los demás chicos, al entrenador e incluso, en el colmo de la incoherencia, a su propio hijo.
Da un poco de pena ver cómo los chicos deben soportar tanta presión cuando su única misión debería ser disfrutar del deporte y aprender a competir.
Pufff, en ciertos ambientes el "garrulismo" puede llegar a ser demencial. Una vez nos fuimos de un pueblo mientras apedreaban nuestro autobus, teniamos 14-15 años y lo único malo que habíamos hecho era ganar, aún así el que peor parte se lleva en todo esto es siempre el arbitro. Ya escribiré de esto otro día.
mas que Fiorentino, Blanes sería el Señor Burns almeriense..
Muy buena entrada jeje
En autobus,eso si es ser un club grande...jeje
Jejejeje, pronto vienen los siguientes capitulos, espero que os gusten
ESTA GRACIOSA LA HISTORIETA QUE CUENTAS, PERO DA LA IMPRESIÓN DE QUE NO CONOCES BIEN LA HISTORIA DEL POLI Y LA UD ALMERIA CF...Q PENA DA COMO LA GENTE SE DEJA ENGAÑAR POR LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. ABRE LOS OJOS...
cuentame tu la historia del poli, porque a mi los malvados medios de comunicacion me ocultan la emocionante verdad y los grandes secretos sobre la historia del poli
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